Nos encanta el contacto con la naturaleza. Eso con lo que nacemos y vamos perdiendo poco a poco por el camino.
Cuando tocamos la naturaleza, experimentamos con ella y la sentimos en nuestras manos, algo cambia dentro de nosotrxs. De repente nos damos cuenta de que hay un ser que necesita de nuestro cariño y de nuestro cuidado diario para mantenerse con vida. Y cuando ofrecemos esta responsabilidad a los niños y niñas, su respuesta es impresionante.
Las riegan, les quitan el polvo, les cantan… pueden pasar minutos en esa burbuja llena de calma en la que solo tienen ojos para las plantas. No importan las mates, ni sociales, ni la discusión que han tenido antes, ni nada de lo que pase a su alrededor… solo ese momento en el que han vuelto a conectar con aquello de donde venimos: la VIDA que nos ofrece la naturaleza.
¡Y qué bonito es compartir esos momentos con ellxs!
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